Santiago González y la república de los tontos

3/1/2022 – No hay nada más ridículo que ver a un madurito queriendo imitar a las nuevas generaciones, ya sea con un léxico rompemoldes, con la forma de vestir o queriendo interactuar en redes sociales basura. Creo que todos hemos visto en un momento determinado de nuestra juventud entrar en una disco a un tío fuera de lugar, por edad, por pinta y por estampa, y es que hay que saber estar en cada edad en su sitio.

El error de Federico Jiménez Losantos se llama Santiago González

Todos los días, cuando Federico Jiménez Losantos le deja, Santiago González le da un repaso a la actualidad española en su pequeño espacio de radio “La república de los tontos”. Lo cierto es que lo desarrolla muy bien y de forma entretenida, el único problema es que Santiago ha descubierto Twitter a una  edad madurita y eso le “pone” porque tener unos miles de seguidores le sienta como un chute de testosterona. Lo que Santiago González no sabe es que esos seguidores en realidad no le siguen, están ahí porque en la república de los tontos siempre hay un tonto que sigue una linde recta. De hecho todo lo que dice Santiago González en Twitter apenas tiene repercusión porque la mayoría de los seguidores de Twitter son de cartón. Y él a su edad y con su currículum debería saberlo.

Es cierto que alrededor del año  2015 Twitter fue un referente en las redes sociales pero en la actualidad nada es lo que parece. Tras la censura descontrolada en Twitter contra los liberales sólo quedan en esa plataforma los políticos, algunos periodistas, los bots y toda la tropa de franquistas progremierdas, zurdosos y republicanos. Sí he dicho franquistas porque toda esa trupe zurdosa ha conseguido milagrosamente mantener viva la imagen Franco. De hecho mi hija con tan sólo veintidós años ha visto enterrar a Franco y eso, ni Einstein lo podría explicar.

La realidad es que Twitter se mantiene en pie únicamente por la izquierda, ya que es su zona de confort, y con los bots, unos ingenios informáticos muy graciosos que siguen a gente, como a Santiago González, aparentando que son personas y alimentando el ego de los individuos para retenerlos en el entramado social. Además estos bots interactúan creando tráfico de información, contenido y aparentando una actividad en Twitter que no es real. En Twitter ya no queda ni se crea contenido, sólo permanecen los progremierdas y algunos  tontos de derechas que en programas de radio hacen continuamente referencias a tuits intrascendentes publicitando así la marca Twitter. Esta plataforma social es el enemigo de la derecha  liberal.

En lugar de alimentar a Twitter, que es un echo chamber de izquierdas y es su enemigo, Santiago González debería tomar otras referencias sociales en lugar pasarse el día husmeando esa trashred. Por ejemplo está Facebook, que aunque son tan sectarios como Twitter, por lo menos te felicitan el día de tu cumpleaños.

En psicología está muy bien definidas las proyecciones personales, es decir, cuando un sujeto hace una crítica de otra persona en realidad está haciendo un autoanálisis de sí mismo, esto es lo que le pasa a Santiago González con su República de los Tontos. Cuando Santiago sea digitalmente mayor entenderá que del enemigo no hay que hablar ni tan siquiera mal aunque a veces hay que hablar para dejar de hablar.

Así lo pienso y así lo digo. – Juan Vte. Santacreu

♦ Y ahora como de costumbre te dejo algunos post publicados en la red, los de hoy son referente a Twitter y cómo las redes sociales manipulan sutilmente la percepción de los usuarios y su voluntad.

La República de los Tontos analiza a Santiago González

Las redes sociales se han convertido en uno de los laboratorios más potentes de manipulación psicológica del siglo XXI. Twitter ―hoy rebautizada como X― es un ejemplo paradigmático de cómo una plataforma digital puede moldear opiniones, organizar estados de ánimo colectivos y condicionar la percepción de la realidad de los usuarios sin que éstos sean plenamente conscientes. La clave está en los algoritmos: sistemas automatizados que deciden qué se muestra, qué se oculta y qué se amplifica, configurando así una realidad filtrada que parece espontánea, pero que responde a criterios opacos.

En los últimos años, Twitter ha perdido una parte significativa de su popularidad, y no únicamente por la competencia de otras plataformas, sino también por la sensación creciente de caos, polarización y manipulación interna. Muchas políticas de moderación, cambios bruscos de funcionamiento y decisiones cuestionables han deteriorado la confianza del usuario. A esto se suma la proliferación de cuentas automatizadas o bots, que inflan artificialmente la actividad, distorsionan tendencias y generan la impresión de debate cuando, en realidad, se trata de ruido sintético. Aunque no es posible afirmar categóricamente quién impulsa cada red de bots —porque este terreno siempre es opaco por definición— sí es evidente que la plataforma ha tolerado esta automatización masiva para mantener artificialmente viva la red.

Estos bots no solo simulan actividad: moldean la conversación pública. Amplifican ciertos mensajes, silencian otros por saturación y crean «olas de opinión» que empujan al usuario común a creer que una postura es mayoritaria cuando quizá no lo es. El resultado es un ecosistema donde la voluntad individual se ve condicionada por dinámicas que parecen orgánicas pero que están cuidadosamente inducidas.

Lo preocupante es que este mecanismo de manipulación no requiere censura explícita. Basta con dirigir la atención colectiva. Las redes sociales han demostrado que quien controla el flujo de información controla, en buena medida, la opinión pública. Y Twitter es un ejemplo claro de cómo una plataforma puede convertirse en un actor político sin necesidad de declararlo.

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