Un comienzo de siglo de tres pares

Un comienzo de siglo de tres pares
Un comienzo de siglo de tres pares

Es innegable que la generación que está viviendo este comienzo de siglo de tres pares,  ha visto casi de todo y está muy entretenida.

3/10/2021 – A este título de «Un comienzo de siglo de tres pares» puedes añadir el calificativo que quieras, seguro que lo define perfectamente.

No se sabe muy bien por qué pero parece que los comienzos de siglo están siendo un tanto convulsos. Si echamos una mirada al inicio del siglo XX podemos recordar cómo se fueron desencadenando los acontecimientos, las guerras, las crisis económicas y alguna cosa más que se me escapa. Estarás de acuerdo que el siglo pasado fue comienzo de manual y además imposible superarlo.
Pues bien, aquí estamos a principios del siglo XXI y ya percibimos que el comienzo del siglo pasado fue un chiste.


Que se pare el siglo XXI que es necesario meditar

Mi hija con 22 añitos nació estrenando el siglo XXI y en su corta vida ha conocido el nombramiento del primer Papa comunista de la historia;  venciendo las leyes del espacio tiempo ha visto en vivo y en directo el entierro de Franco, un tío que murió hace más de cuarenta años; ha crecido con un cambio de moneda en España y en toda Europa; en 2018 conoció la nueva corriente  imbécil de los terraplanistas; en 2010 vivió cómo los españoles ganábamos la primera copa mundial de futbol; con dos añitos fue testigo del atentado terrorista más grave de toda la historia, las torres gemelas del 11 de septiembre; en 2014 la epidemia del ébola; ha vivido con un Papa emérito y un rey emérito; también fue testigo de los atentados de los trenes de Madrid del 11 de marzo de 2004; ha crecido conviviendo con la digitalización de la información; ha visto cómo las redes sociales entraban en nuestras vidas para manipularnos creando una realidad paralela privándonos de libertad y haciéndonos unos súbditos más sumisos; mi hija es testigo cómo la ciencia y la tecnología buscan desesperadamente la inteligencia artificial ante la escasa inteligencia natural; mi hija pertenece la primera generación de humanos que ha nacido con seis sentidos, el olfato, la vista, el tacto, el gusto, el oído y el móvil; ha conocido la primavera árabe y está conociendo el otoño occidental; y por si todo esto es poco ha conocido, y ha sufrido, una pandemia con un encarcelamiento domiciliario bestial e injustificado. Pero no sólo eso, si tienes memoria recordarás que rondando los veinte años es la edad más significativa para salir de fiesta, ir de disco o cruzarte con algún beso apasionado de esos que nos hacían temblequear las piernas y nos producían taquicardias compulsivas. La pandemia, y sobre todo los políticos, les han robado muchas cosas a los jóvenes. Y cuando parece que todo está controlado, llega un volcán, se nos pone activo y nos chulea.

Sobre esta desmesurada cantidad de acontecimiento existen todo tipo de teorías, unos sostienen que a los muertos hay que dejarlos en paz, otros afirman que estamos gobernados por gilipollas y una tercera corriente afirma que todo es consecuencia del calentamiento global. En las dos últimas corrientes estoy casi de acuerdo, creo que casi todo sucede por el calentamiento social y por culpa de los gilipollas que nos gobiernan.

Así lo pienso y así lo digo, creo que estamos viviendo un comienzo de siglo de tres pares de cojones.  Juan Vte. Santacreu

Y ahora, si quieres leer algo más de lo que he publicado por ahí en las redes, te lo dejo aquí:

Reflexiones sobre el comienzo de siglo XXI

Los comienzos de siglo siempre han tenido algo de turbulento, pero el arranque del XXI está resultando un auténtico festival histórico, social y político difícil de digerir. Si el siglo XX se inauguró con guerras, revoluciones, crisis y cambios de paradigma, parecía insuperable… hasta que llegó el XXI dispuesto a batir todos los récords. Lo que antes ocurría en décadas, ahora se comprime en años, casi en semanas, como si la historia hubiese pisado el acelerador y olvidado dónde están los frenos.

Un ejemplo perfecto es la generación que nació con el siglo. Mi hija ―y tantos jóvenes como ella― ha crecido en una montaña rusa de acontecimientos que cualquier historiador del futuro tendrá que estudiar con antiinflamatorios. En apenas dos décadas ha visto un cambio de moneda que redefinió Europa; el auge de teorías delirantes como el terraplanismo; atentados terroristas de dimensiones históricas; crisis sanitarias globales; la irrupción de papas y reyes eméritos; y erupciones volcánicas que nos recuerdan que la naturaleza también tiene sentido del humor.

A eso se suma el tsunami tecnológico: digitalización masiva, redes sociales convertidas en fábricas de sumisión emocional y manipulación colectiva, y la carrera por una inteligencia artificial que intenta suplir la lamentable escasez de inteligencia natural que campea entre políticos y ciudadanos por igual. Esta generación es la primera que nace con «seis sentidos»: los cinco clásicos… y el móvil, que lo percibe todo antes que ellos.

Pero quizá el golpe más duro para los jóvenes fue la pandemia, ese encarcelamiento domiciliario que les arrebató los mejores años para crecer, socializar, equivocarse y enamorarse. La política, lejos de protegerles, añadió caos, incoherencia y medidas de dudosa legitimidad.

No es extraño que surjan teorías para explicar tanto despropósito. Pero hay dos que nunca fallan: el calentamiento social ―ese hervor permanente en el que vivimos― y la infinita capacidad de los gilipollas que gobiernan para convertir cualquier comienzo de siglo en un terremoto continuo.

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